5 de agosto de 2013

Tres lecciones de alguien a quién no le gusta trabajar.


Lo confieso: no soy el más trabajador. Aunque en algunas ocasiones mi trabajo es –y ha sido- fuente de satisfacción preferiría no tener que hacerlo. Esto no es fácil de decir, ya que estamos en medio de una cultura que premia a los que trabajan muchas horas al día y se quejan constantemente de la gran cantidad de trabajo que hacen.

También debo confesar que, tal vez, si tuviera todo mi tiempo libre, terminaría inventándome un trabajo, solo por estar ocupado. Y he notado con preocupación que algunas personas que se pensionan preferirían seguir trabajando, solo por estar ocupados y rodeados de otros y por mil cosas más.

Cuando tenemos el trabajo nos quejamos de que tenemos que hacerlo y cuando no lo tenemos lo extrañamos un montón, que raros somos!

Esto me lleva a tres asuntos:
-Debo decidir desde ya en que invertiré el resto del tiempo si lo tuviera disponible. Por esto, debo cultivar desde ya tres pasatiempos (mínimo) que yo disfrute y que me llenen de alegría,  gozo y relaciones sociales.  Solo tenia uno, hice una lluvia de ideas de los asuntos que me interesaban y ahora debo elegir entre siete (esto es un problema feliz!) Estoy seguro que estas actividades serán importantes en muchos pasajes por venir en mi vida.

-Algunas personas trabajan por gusto, y otras, como yo, lo hacen por dinero y reconocimiento. Esto me lleva a que debo administrar bien el dinero y mis relaciones para poder estar tranquilo en cualquier momento difícil que se presente, debo ser medido en mis deudas.

-He escuchado a muchas personas decir que debemos trabajar en lo que nos gusta. Teniendo en cuenta que mi mente crea realidades, y sabiendo que una mentira dicha mil veces se convierte en realidad, debo repetirme que me gusta mi trabajo, y así lo terminare queriendo al menos un poco. Desde hoy estoy decidido a que me guste lo que tengo que hacer, y no al contrario.